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Estas sí que son drogas del amor

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Estas sí que son drogas del amor

Nota 04 Mar 2010

El año último se produjo una verdadera convulsión mediática y social por la venta de una pastilla que remediaría disfunciones sexuales masculinas. Basta con recordarlo para comprender la importancia que la especie humana le atribuye a la química del sexo. Sin embargo -según aseguran Lynn Margulis y Dorion Sagan en su último libro, ¿Qué es el sexo? (Tusquets Editores, 1998)- las drogas que influyen en la sexualidad existen desde los tiempos arcaicos en que las bacterias dominaban la Tierra.

¿Sorprendente? Bueno, ambos biólogos se apresuran a explicarlo echando una mirada al complejo equilibrio hormonal que hace posible la vida. Según Margulis y Sagan, algunas hormonas son tan poderosas que "probablemente se prohibiría su venta con ánimo de lucro si no las hubiésemos heredado como parte de la maquinaria bioquímica que modula nuestras emociones".

Una de ellas es la oxitocina, un compuesto que estimula la secreción de leche en las madres recientes. Cuando se bloquea su producción en ratas hembras posparturientas, éstas pierden interés en sus crías. En las mujeres, la oxitocina aumenta en la sangre tras el amamantamiento y produce en la madre una sensación de calma. Y en los hombres, sus niveles sanguíneos se multiplican por cinco durante el orgasmo.

"Puede que el ascenso de los niveles de oxitocina en nuestros ancestros masculinos y femeninos los hiciera más propensos a disfrutar de la compañía mutua tras una relación sexual", sugieren los autores.

Otro caso: en los atletas y guerreros masculinos se elevan los niveles de cortisol y epinefrina, hormonas que incrementan la concentración de glucosa y la presión sanguínea. Pero durante el amamantamiento sucede lo contrario: descienden los niveles sanguíneos de cortisol y de glucosa, y la presión arterial.

La fenilcetilamina haría otra poción prodigiosa. Cuando se la inyecta a ratones, macacos y otros mamíferos, gimen de placer, muestran conductas de cortejo y, de manera adictiva, presionan las palancas colocadas a su alcance para obtener más.

Esta molécula, análoga a las anfetaminas, se parece a los alucinógenos de origen vegetal. "Cuando la pasión amorosa se apodera de nosotros -escriben-, los niveles de fenilcetilamina se elevan, y esto acelera el flujo de información entre las células nerviosas." Y más adelante explican que su acción es tan potente, que se sospecha que un déficit de esta especie de elevador natural del ánimo podría explicar el comportamiento casi adictivo de quienes buscan incansablemente nuevos encuentros sexuales para experimentar el arrebato de la pasión inicial.

¡Menos mal que estas efectivas drogas del amor -al menos por ahora- son un legado gratuito de nuestros ancestros, porque ya lo dijo Oscar Wilde: el ser humano puede resistirlo todo, excepto la tentación.

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