La soledad y el estrés

Al igual que otros animales, los seres humanos responden físicamente a las situaciones de estrés: el ritmo cardíaco aumenta, los músculos se contraen, las arterias se estrechan y la sangre se espesa.

Estudios médicos han determinado que casi el 20 % de los seres humanos sufre aumentos serios en la presión arterial cuando enfrenta los desafíos de la vida cotidiana.

Las pruebas promedio, que miden la presión arterial "en reposo", no dan señales que existan problemas. Por tanto, por lo general, esas personas no reciben tratamiento hasta que sufren un ataque cardíaco causado por el estrés o un derrame cerebral.

Afortunadamente, una prueba de la presión arterial que incluye lecturas tomadas mientras se realizan diferentes actividades, puede identificar rápidamente a una persona como un potencial reactor, y un tratamiento con medicinas puede mitigar el riesgo.

En estudios realizados tanto en personas como en conejos, los investigadores han descubierto que la intimidad promueve la salud, mientras que la soledad estimula el estrés, las enfermedades y la muerte prematura. Los estudios han revelado que el simple acto de acariciar un animal puede disminuir el ritmo cardíaco y la presión arterial, tanto de la persona como la del mismo animal.

Después de revisar varios textos relacionados con el tema, algunos investigadores han llegado a la conclusión que el aislamiento social es estadísticamente tan peligroso como el hecho de fumar, la hipertensión arterial, la obesidad y la falta de ejercicio.

¿Cómo manejar el estrés?

No hay una fórmula ideal para manejar el estrés, pero cualquier cosa que calme la mente puede ayudar. En una investigación realizada hace unos años con 51 hombres y mujeres de éxito, se descubrió que las técnicas de manejar el estrés por parte de estas personas variaban desde la oración hasta la biorretroalimentación, la visualización y las caminatas por la playa.

Lo que los diferencia no es la devoción a un régimen en especial sino una habilidad aprendida para sentir y fomentar la paz interior. Ir al gimnasio puede tener una doble ventaja, ya que fortalece el corazón y los pulmones y, al mismo tiempo, impregna al cerebro de reconfortantes endorfinas. El truco está en evitar convertirlo en una obligación cargada de estrés.